INTUICIONES MILANESAS
(I)
por Jacques-Alain Miller
En este lapso en el que no he dado mi curso, la política
nos ha recordado que existe*. Mediante una erupción, que fue una sorpresa. Debo
confesar lo mucho que me gustan las sorpresas: acogí ésta con una sonrisa. Por
un instante. Luego constaté hasta qué punto los cálculos de los expertos, al
igual que los de la multitud, por otra parte, pueden resultar desmentidos,
burlados. Cómo, alimentados por las evidencias durante muchos años, podían
llegar a hundirse y producir un efecto de masa, con ciertos estados depresivos
o de pánico, pero también defensivos y maniacos. De ello se derivó una
movilización política de la que no se salvaron los psicoanalistas y cierto
número de sus asociaciones, explícitamente.
Antes de lo cual estábamos, de todas formas, es preciso
decirlo, a mil leguas de temernos lo que avanzaba en las profundidades.
Estudiábamos laboriosamente la contratransferencia y la historia del movimiento
analítico a lo largo del medio siglo transcurrido. Por eso acogí favorablemente
la oportunidad que se me brindó el último domingo de hablar en Milán, con ocasión
de la creación
efectiva de la Escuela Lacaniana del Campo Freudiano en Italia, de
hablar sobre el tema Los psicoanalistas en la Ciudad, retomando así la
inspiración del Seminario que Éric Laurent y yo mismo dimos en 1996-97, en
París, con el título "El Otro que no existe y sus comités de ética".
No sin una cierta improvisación, tuve allí algunos
pensamientos acerca de lo que nos ocupa en el psicoanálisis, y no quiero dejar
de lado ese momento. Así pues, voy a hacerles partícipes de mis intuiciones
milanesas y empezaré a desarrollarlas. Se referían a las relaciones entre el
inconsciente y la política.
Tomé como punto de partida una frase de Lacan extraída de
su Seminario "La lógica del fantasma", que encontré justo antes de mi partida, en una
especie de psicopatología de la vida política que acaba de publicarse aquí. He
aquí la frase: “No digo la política es el inconsciente, sino simplemente el
inconsciente es la política".
El que lo cita deja de lado, pura y simplemente, la segunda
fórmula, abrupta y absurda, según él. La primera la acepta, pero, con reservas.
Así tiene al menos el mérito de captar que estas dos fórmulas no son
equivalentes. No es: si A = B, B = A. Sí, dice, hay algo psíquico en la
política, pero la política no es únicamente el inconsciente, aunque es también
inconsciente, o fantasmas, sueños, fallos, angustias...
¿Vale la pena citar a Lacan, si es embotando el filo de su
frase para extraer de ella esto tan pobre? Fantasmas, sueños, fallos y
angustias, de eso hay dondequiera que esté el hombre, en la acción y en la
contemplación, en las culturas y en las maneras de hacer, en el Estado o en la
sociedad, en la soledad o en la multitud. No queda nada de Lacan cuando se hace
semejante comentario de su frase, cuando resulta manifiestamente que en esta
frase hay un flash, que sorprende al menos un instante antes de desaparecer en
la noche en la que todos los gatos son pardos. Hay en estas frases de Lacan
algo que merecer ser oído, y precisamente esto es lo que amputa el comentario
al que me acabo de referir.
Ahora bien, el agalma de este dicho es una fórmula,
"El inconsciente es la política". Y al menos se puede observar que es
una fórmula que, por su parte, es de la competencia de un psicoanalista,
mientras que la otra, que propone una definición de la política, es más
aventurada cuando la enuncia un psicoanalista, a quien no le corresponde
definir la política. Por eso, ciertamente, Lacan dice "No digo [...], sino
simplemente [...]"
He aquí cómo resumo el tema que los colegas italianos se
han propuesto tratar: los psicoanalistas, ¿están en la Ciudad? Es algo que hay
que discutir. De cualquier forma, el psicoanálisis, por su parte, está en la
política. Esto me permitió encontrar un hilo, en Milán, para exponer el tema a
tratar. Retomo, pues, la continuación de mis reflexiones en el orden en que
allí me surgieron.
Primera reflexión: "... la política es el inconsciente"
"Yo no digo", dice Lacan, que sitúa así su frase
en los dominios de la negación dice
diciendo que no dice. Digamos que, desde el punto de vista de la lógica, es un
enunciado que Lacan rechaza transformar en tesis y acerca del cual destaca que
si fuera una tesis, llegaría más lejos que el otro.
¿Es acaso, sin embargo, la tesis de nadie, una tesis sin
padre? Si esta tesis tuviera un padre, sería Freud. Freud, que dice algo así
como que la política, al menos cuando él escribe sobre ella, se reduce al
inconsciente. Es la tesis que extrajo en su Massenpsychologie, puesto que allí
analiza las formaciones colectivas como formaciones del inconsciente, con el
mismo significante y la misma causa del deseo.
Así, la política se reduce al inconsciente, y por eso esta
tesis, aunque se deduce de Freud, se presta a objeciones, todas ellas del tipo:
hay más en la política que lo que depende del inconsciente. Al encontrarnos
ante una tesis reduccionista, las objeciones son variaciones sobre el tema:
"esto sólo es parcial, la cosa es más compleja, más amplia, etc." He
mencionado Massenpsychologie, pero se podría leer El malestar en la cultura y
Moisés y el monoteísmo a la luz de la misma tesis.
Y se podría recusar esta tesis diciendo que no es de la
política de lo que Freud habla, sino en
todo caso del inconsciente, tomando sus ejemplos del campo de la política. Adviértase, de todas
formas, que este campo está estructurado por la instancia del padre, que Freud
lo aborda en el régimen paterno, de ahí que los términos, los temas que
organizan su abordaje del tema, sean identificación, censura, represión,
incluyendo la represión del goce.
Segunda reflexión: “el
inconsciente es la política”
Esta tesis, que sería
abrupta, absurda, se permiten dejarla de lado apartándola de un revés... en
Milán empecé enervado por tal desenvoltura respecto a esta fórmula que, por su
parte, es más modesta que la primera, puesto que propone una definición del inconsciente.
Así es en Lacan, y es mucho más razonable. El inconsciente, se sabe tan poco lo
que es, es tan poco representable, que resulta inverosímil y muy arriesgado
definir sea lo que sea a partir del inconsciente: por el contrario, siempre es
él, el inconsciente, el que está por definir, porque no se sabe lo que es. Así,
en Lacan nunca es el definiens sino siempre el definiendum. Tomemos la fórmula
"el inconsciente está estructurado como un lenguaje". Es una tesis
que supone que se disponga de la definición del lenguaje. Y, en efecto, Lacan
utiliza la que Saussure y Jakobson produjeron. Sin duda, en el enunciado que
hoy comento no está el "como". Entonces, lo que hay que preguntarse
es cómo definir la política, de modo que tenga algún sentido decir que el
inconsciente es la política.
Lo que me divirtió es que tras tropezar con aquel
comentario irritante abrí un segundo libro reciente, La democracia contra ella
misma, de un politólogo que, sin duda, ha leído a Lacan, Marcel Gauchet, y di
con una definición de la política: "En esto consiste específicamente la
política: es el lugar de una fractura de la verdad”. Bella definición, al mismo
tiempo infiltrada de lacanismo y quizás, más acá, de un cierto merleau-pontysmo
– “fractura” es un término que le gusta a este autor y que se encuentra también
en otra obra suya de 1992, la expresión de "fractura social",
retomada en 1996, con la que dio una figura de la política francesa, a la que
este significante llevó bastante lejos...
Al principio, es un politólogo más bien lacanoide, que
define la política como un campo estructurado por S(A/), donde el sujeto tiene,
dolorosamente, la experiencia de que la verdad no es una, de que la verdad no
existe y de que la verdad está dividida. Y ésta es una definición de la política
que tiene toda su virulencia en el momento que estamos viviendo, momento que
es, con todo, en su conjunto, un momento ''posttotalitario" y – lo pongo
entre comillas –, en el que entramos desde 1989 con la caída del Muro de Berlín
que, por otra parte, no todo el mundo aplaudió.
Por mi parte no valido necesariamente esta categoría, el
totalitarismo, útil para cierta propaganda política durante el siglo XX. El
totalitarismo fue una bella esperanza, encantó a las masas del siglo XX, algo
de lo que nosotros, que somos del siglo XXI, casi hemos perdido el recuerdo.
Era la esperanza de reabsorber la división de la verdad, de instaurar el reino
de lo Uno en política, conformemente al modelo de la Massenpsychologie. En el
plano de esta aspiración a la concordia, a la armonía, la reconciliación, el
totalitarismo es impecable, tal como resuenan sus términos en el discurso del
Presidente Schreber.
Entonces, el triunfo de
la democracia, que lleva el viento en popa en el espíritu de los tiempos, al
menos en una buena parte del globo -evidentemente, los chinos son un poco un
caso aparte, me indican la aparición allí de una nueva patología, los muertos
por exceso de trabajo, en un espacio donde la palabra "sindicato"
sería una idea nueva–, no genera el mismo entusiasmo, e incluso se enfrenta a
un efecto depresivo: conlleva este efecto en la medida en que implica un
consentimiento a la división de la verdad, división que adquiere la forma
objetiva de los partidos políticos, empeñados en una contradicción insoluble, ya
que la verdad está condenada a estar dividida.
Marcel Gauchet lo dice con un lirismo digno de
Merleau-Ponty: “De ahora en adelante sabemos que estamos condenados a
encontrarnos con el otro bajo el signo de una oposición sin violencia, pero
también sin retorno ni remedio. Encontraré pues, frente a mí, no a un enemigo
que quiere mi muerte, sino a un contradictor. Hay algo metafísicamente
terrorífico en este encuentro pacificado" – me gusta bastante este vínculo
entre terror y pacificación – "la guerra se gana, dice Gauchet, mientras
que con esta confrontación nunca se termina".
De ahí la idea paradójica de que la pacificación del
espacio público corre pareja con un dolor privado, íntimo, subjetivo. Y al
mismo tiempo que se celebran las virtudes del pluralismo, de la tolerancia o
del relativismo, se tiene la experiencia de una verdad, cito, “que sólo se
ofrece en el desgarro”. Queda por considerar, de todas formas, el abordaje que
se hace aquí de la política como un asunto de tú o yo.
La definición del inconsciente mediante la política va muy
hasta el fondo de la enseñanza de Lacan. “El inconsciente es la política” es un
desarrollo de "el inconsciente es el discurso del Otro". Este vínculo
con el Otro, intrínseco al inconsciente, es lo que anima desde su punto de
partida la enseñanza de Lacan. Se trata de lo mismo cuando se precisa que el
Otro está dividido y que no existe como Uno.
"El inconsciente es la política" radicaliza la
definición del Witz, del chiste como proceso social que encuentra su reconocimiento
y su satisfacción en el Otro, en cuanto comunidad unificada en el instante de
reír.
Tercera reflexión: el
inconsciente es político
El análisis freudiano del Witz justifica a Lacan para
articular el sujeto del inconsciente con otro, y para calificar el inconsciente
de transindividual. Se puede pasar de ''el inconsciente es transindividual'' a
"el inconsciente es político" en cuanto se pone de manifiesto que
este Otro está dividido, no existe como Uno.
Por este hecho, "el inconsciente es la política"
no dice en absoluto lo mismo que "la política es el inconsciente".
"La política es el inconsciente es una reducción, y cuando Lacan formaliza
el discurso del amo, dice al mismo tiempo que es el discurso del inconsciente.
De esta manera aporta una clave para numerosos textos de Freud. Mientras que
"el inconsciente es la política" es lo contrario de una reducción, es
una amplificación, es transportar el inconsciente fuera de la esfera
solipsista, para introducirlo en la Ciudad, hacerlo depender de “la Historia”,
de la discordia del discurso universal en cada momento de la serie que de él se
efectúa.
Cuarta reflexión: la
ciudad no existe
Hoy en día ya o existe
“la Ciudad” ésta es imaginaria. SE la entiende como metáfora para decir la
política, pero en la Wirklichkeit, la efectividad histórica, la política ya no
se desarrolla bajo la forma de la ciudad. La Ciudad es una nostalgia, un remanente,
es también imaginaria en el sentido de que hoy día se la busca para encontrarla
en la televisión.
En Milán, en LA REPÚBLICA del día anterior, consagrada a
una crítica del Señor Berlusconi, que posee tres de las seis cadenas de
televisión italianas y orienta las tres que no tiene en calidad de Presidente
del Consejo, la televisión era calificada de ágora, moderna ágora, destacando
hasta qué punto está hecha un desastre. El ágora antigua, el primer movimiento
que haría sería votar el ostracismo del Señor Berlusconi. Al mismo tiempo, el
periodista hacía de la televisión el lugar donde se elabora y se difunde un
consenso. Esto pone de relieve, por fuerza, que el ágora de la época del
mercado ya no tiene nada que ver con el ágora antigua, la cual es, por su
parte, un lugar de homogeneidad social que supone la exclusión de aquellos a
quienes se les negaba el privilegio democrático.
No solo la ciudad homogénea ya no existe, sino que el
propio Estado nación ha sido conmovido, cuestionado, demuestra ser poroso, se
debilita, y algunos llegan hasta profetizar su desaparición. Más allá incluso
de la Ciudad homogénea, es el Estado nación lo que es cuestionado, de forma que
más que hablar de los psicoanalistas en la ciudad deberíamos atrevernos a
plantear la cuestión de los psicoanalistas en la “globalización”, concepto
aproximativo pero ciertamente más operativo que el de Ciudad.
Pude leer, en Italia, un pasaje de una obra de Hans Magnus
Enzensberger, una descripción de personajes sorprendentes que ese encuentran en
la campiña de la Baja Baviera, que dejan a los catetos admirados ante tales
nuevas identidades, carnaval poético un poco anticipatorio que muestra que
estamos muy exiliados del espacio homogéneo de la Ciudad.
“Globalización” dice lo que entrevemos de un espacio social
en el que ya nada estaría en su lugar de antes, algo que ya se vio al oponer
los mundos antiguo y nuevo, pero aquí es ciertamente la misma noción de lugar
la que se sustrae, en lo que de una forma amable se llama la pérdida de puntos de
referencia. Cuando ya nada está en su lugar, es la propia categoría de la falta
la que tiene que convertirse en obsoleta, de acuerdo con el ejemplo del libro,
que solo puede faltar en su lugar en una
biblioteca bien ordenada… ¿Y si “globalización” fuera el nombre de lo que hace
de esto algo obsoleto?
Quinta reflexión: Freud
y la reina Victoria
Así reciclo una
ocurrencia de Lacan en su Seminario. Un día había leído La reina Victoria de
Lytton Strachey, y se le ocurrió hacer reír a su auditorio situando a la reina
Victoria como la causa histórica de Freud. De esta forma esbozaba el vínculo
del nacimiento del psicoanálisis con la
sociedad disciplinaría, con una exasperación de dicha sociedad que planteaba
interdicciones poderosas, que censuraba el decir concerniente a la sexualidad
–cosa que es preciso modular, porque siempre existieron formas transgresivas,
pero precisamente como transgresivas: las prohibiciones permanecían en su
sitio.
A contrario, basta con
pensar en la banalización del espectáculo sexual hoy en día, que va desde el
film pornográfico hasta el libro de la Sra. Catherine Millet, para captar que
estamos en otro régimen de la sexualidad: ¡ya no se trata de la reina Victoria,
sino de la reina Catherine!
No es la primera vez que
destaco que todo el aparato conceptual freudiano sigue llevando la marca de la
época disciplinaria: prohibición, represión, censura… Esto permitió la unión
del psicoanálisis con el marxismo, bajo la forma del freudomarxismo o la
protesta al estilo 1968.
Ocurrió, en efecto,
preciso es constatarlo, que el Renacimiento lacaniano del psicoanálisis en los
años sesenta y setenta es contemporáneo del momento descrito por Antonio Negri
– que duerme todas las noches en prisión por haber sido, en aquella época,
inspirador de las Brigadas Rojas. En su primer libro, Imperio, trata de dar una
doctrina de la extrema izquierda internacional y advierte, en la página 333 de
la edición francesa: “En el periodo de crisis de los años sesenta y setenta la
expansión de la protección social y de la universalización de la disciplina,
tanto en los países dominantes como en los países dominados, crearon un nuevo
margen de libertad para la multitud laboriosa. Dicho de otra manera, los
trabajadores utilizaron la era disciplinaria para extender los poderes sociales
del trabajo, etc.”
Destaca que el conjunto
mismo de liberación le debía algo a las formas disciplinarias de la dominación,
y trata de pensar qué seríamos después de aquella sociedad. Lo que él llama
impero, imperio, es un régimen que ya no procede mediante la prohibición y la
represión y que, por supuesto, hace de la transgresión algo problemático, como
de la idea misma de revolución y liberación. Antonio Negri es hijo de Deleuze y
Guatari, recicla el Antiedipo de hace treinta años. Podemos recuperar algo
nuestro en lo que de todas formas es una lectura de Lacan.
Esta es la idea: Lacan
pensó el psicoanálisis en la época disciplinaria, pero también anticipo el
psicoanálisis en la época imperial, y a esto es a lo que tratamos de devolver
su actualidad con “El Otro que no existe”.
Sexta reflexión: Lacan y
la reina goce
Lacan tuvo el papel
histórico de actualizar a Freud y preparar el psicoanálisis para el nuevo orden
que Negri llama Impero. Si se toman las cosas así, se ve que se distinguen tres
fases:
La primera es la de la formalización del psicoanálisis en
la época disciplinaria. Se basa en la formulación del concepto de inconsciente
a partir del algoritmo del síntoma: en la formalización unificante del Edipo,
de la castración y de la represión mediante los conceptos de Nombre del Padre y
metáfora; en la formalización de la libido mediante los conceptos de deseo y
metonimia. Este Lacan clásico es Freud formalizado.
Luego viene la transición, en la que Lacan lleva a cabo una
subversión de Freud, vía la subversión del Nombre del Padre, que él pluralizó y
que desplazó igualmente cuando atribuye la operación de la represión no a la
prohibición, sino al hecho mismo del lenguaje; vía la subversión del concepto
de deseo vinculado a la prohibición, concepto que desplaza mediante el de goce
-mucho más que en la falta, acentúa lo que colma la falta; vía la puesta a
punto de la función del objeto a, que sigue vinculado al tema de la falta, pero
en el que prevalece aquello que viene a colmar la falta.
Finalmente, está la tercera fase del trabajo de Lacan, en
la que el término esencial es el de goce, en tanto que carece de contrario.
Hasta entonces, el
goce estaba en tensión con el significante represor,
mortífero y he aquí que este último se convierte en un operador de goce. El
goce estaba en tensión con el placer y, precisamente, la oposición placer-goce
tiende a disolverse -no es que se le sustraiga toda validez, pero el placer se
convierte en un determinado régimen del goce. El nivel de la pulsión, que a
diferencia del deseo no está intrínsecamente articulado a una defensa, es el
nivel que Lacan marcó con la propiedad "el sujeto es siempre feliz",
siempre feliz... en el plano de la pulsión, se entiende, la única cuestión es
la de su modalidad -placentera, dolorosa, etc. -mientras que ella,
axiomáticamente, se satisface siempre.
Esto corresponde a la salida de la época disciplinaria.
Ahora todo es cuestión de un acomodo, un arreglo. Ya no se sueña con un
exterior. Ya sólo hay recorrido, arreglos y regímenes del goce. El nudo
borromeo es ya un esfuerzo para salir del binarismo de la estructura de
oposición y de la organización disciplinaria que supone dicha división.
Debería volver a referirme a esta noción de sociedad
disciplinaria. Procede de Foucault y fue aislada por Deleuze –Ia oposición
entre la sociedad disciplinaria y la sociedad del control, lo cual indica dos
regímenes de la dominación. La sociedad disciplinaria es la época en que hay
una exterioridad entre los dispositivos y aparatos de represión y de formación,
y los sometidos. Época en la que, por lo tanto, sobresale la dominación en
cuanto tal, el adoctrinamiento que permite plantear una oposición frontal y
circunscribir la figura de los opresores. La resistencia puede entonces
apoyarse en las formas de la coerción. Foucault recorrió esos aparatos
-prisión, asilo, hospital, escuela, universidad- en los que "vigilar y
castigar" supone una delimitación clara entre el in y el out.
Esto tiene todo su interés si se distingue lo que ya se
estaba modificando hace treinta años -a saber, que el dominio resultaba estar
más bien inmanente al campo social, que los mecanismos de dominación que podían analizar los marxistas
estaban interiorizados, y que la sociedad de comunicación o de información los
difundía de forma inaprensible o
invisible. De ahí la idea de que ahora, como
circula una dominación que ya no
es exterior, lo hace mediante redes elásticas, modulables y fluctuantes –hasta
tal punto que Negri aporta la fórmula de la "alineación autónoma"
para designar un dominio que ya no es más externo que interno, y a la que el
término de éxtima le conviene a la perfección.
Séptima reflexión: la
cura analítica en la época de la globalización
Tranquilos: La obra de Negri no es el nuevo Capital, es más
bien un gran poema spinozista, describe de una forma patética un mundo sin
operadores, un imperio que ya no es imperialismo de nadie, que está por todas
partes, en ninguna parte y al mismo tiempo sin fronteras, sin exterior. Es muy
repetitivo, más bien un canto –Negri es el Dante de la globalización…
Así pues, la cura, sin duda, está marcada por estos
tiempos, los padece. Concebida primero como un tratamiento que se desmarcaba de
lo médico, se ordenó como un ideal de madurez y una norma de la personalidad.
Hasta Lacan tenía que hablar de culminación de la personalidad o de realización
efectiva del Edipo y de la castración. La realización efectiva del Edipo y de
la castración, incluso hablar de desidentificación fálica, suponen, en efecto,
una norma y un ideal que operan. Mientras Lacan estuvo en esta fase de su
enseñanza, la cuestión acuciante que se plantea sobre este punto hace resaltar
tal ordenamiento –negándose, sin duda, pero sin embargo queda atrapada, ocupada
por la insistencia de la norma y del ideal.
Una segunda fase se distingue por la desmedicalización completa
de la cura. Es el momento en que la cura pudo ser concebida como exterior, como
el lugar donde ocurre algo para uno. Se puede comparar esto con la doctrina
actual sobre la edificación de los almacenes tal como ya se está desarrollando
en Beverly Hills, Los Angeles, New York, donde los nuevos almacenes deben
responder al concepto de experiencialización, o sea, la transformación del
shopping en experiencia única e irremplazable, de lo contrario la gente no
tiene más que hacer sus compras por internet.
Y ahora hay una tercera fase, propia del régimen de la
globalización. Esto se insinúa al final de los Otros escritos, donde el pase es
resituado como un relato logrado que satisface a un auditorio, como
procedimiento. Como sabemos, en el Campo Freudiano, los productos del pase han
quedado integrados en un proceso de espectacularización. Se ha invitado a los
Analistas de la Escuela (AE) a presentarse ante los públicos más amplios que se
podía reunir a escala internacional. Nos lo han reprochado, ¡pero no queremos
volver atrás! Y aquí, de seguir a Lacan -sin duda, todo es compatible, como en
Italia, tienes el templo pagano en el mismo lugar donde se erige la iglesia,
¡es el inconsciente freudiano realizado! -el fin del análisis se ve despojado
del pathos del más allá, de la
trascendencia, del franqueamiento, y se destacan los cambios de régimen del
goce que es posible obtener en la cura. Porque se trata de la satisfacción
pulsional, que no tiene contrario, de modo que la referencia es el paso de un
régimen al otro.
El famoso “no hay relación sexual” se inscribe en este
marco, y signa el borramiento definitivo de la norma. Se sale de lo que retenía
al psicoanálisis en la época disciplinaria: sólo hay goce. Es lo que ocurre en
la globalización, en la que nos encontramos desde hace mucho tiempo. A este
nivel se ha abierto el espacio de la invención sexual, de la creatividad fuera
de la norma, que convierte hoy en algo inaudible los temas de la maduración y
de la culminación. Esto, evidentemente, es congruente con la inclusión del goce
en los derechos del hombre, la juridificación del goce.
Y esto va de par con la promoción de la escritura lacaniana
del síntoma, nuevo nombre para indicar el síntoma que no tiene contrario o que
ya no lo tiene, estando el sujeto en cuanto tal condenado a él. Hay que decir
que el síntoma se pone de manifiesto como el régimen propio del goce, el sujeto
–o más bien el ser vivo que habla- lo experimenta necesariamente.
Quedan todavía reflexiones pendientes.
Octava reflexión: la
degradación del psicoanálisis
Ésta concierne a lo que esta época supone de degradación
del psicoanálisis. Hay que decirlo, de
todas formas. Los operadores también la experimentan, su acto se encuentra bajo
la amenaza de la degradación, asediado como está el psicoanálisis por la
psicoterapia. ¿Cómo va a quedar clasificado? Si uno se remite a un economista
americano especialmente astuto, los psicoanalistas serán incluidos en la clase
de los attention givers, los que dan atención, en la que se encuentra a los
psicoterapeutas, pero también a los baby sitters, los mayordomos, los
profesores e gimnasia privados, etc. No hay duda de que es una clase en
expansión, pero este crecimiento se acompaña de una descalificación. Esto lleva
a cabo cierta degradación de la posición del analista.
*”La orientación
Lacaniana”, curso en el departamento de Psicoanálisis de la Universidad de
París VIII, 15 de mayo de 2002, texto establecido por Natalie Georges,
traducido por Enric Berenguer.
INTUICIONES MILANESAS
(II)
Por Jacques-Alain Miller
Consagraremos esta reunión al inconsciente político, con el
que nos ha hecho tropezar el movimiento de la historia, interrumpiendo el
laborioso estudio que habíamos emprendido de la contratransferencia*.
Proseguiré mis reflexiones, aquellas de las que les hice partícipes la última
vez. La fórmula "el inconsciente es político", que saqué la última
vez, ha sido como una piedra en el estanque -o sea, propaga ondas tanto en la
práctica como en la teoría, aunque aquí "teoría" es una gran palabra
que le pongo comillas.
La realidad escenificada
por la estructura
La teoría, cuando se intenta producirla -la teoría en
presente-, no es nada más, al menos en el psicoanálisis, que un atajo, una vía
que se abre para tratar de dar alcance a lo que ya ha tenido lugar y que avanza
por sí solo. Teoría y práctica en psicoanálisis no son simétricas o paralelas.
En psicoanálisis hay, preciso es constatarlo, un retraso de la teoría que no es
contingente, que no es accidental, sino que indudablemente es de estructura, al
menos en lo que concierne a la elaboración. Y dicha elaboración está
ciertamente en tensión con el saber mismo que se trata de elaborar, un saber
que sería bello que expresara la realidad efectuándose de acuerdo con un orden
necesario, según la proposición 7 del libro II de la Ética de Spinoza: Ordo et
conexio idearum –el orden y la conexión de las ideas- idem est –son lo mismo,
puesto que ordo y conexio están aquí reunidos –ac ordo et conexio rerum- lo
mismo que el orden y la conexión de las cosas.
Es una proposición esencial –el mismo ideal que anima al
estructuralismo de Lacan, a condición de hacer que el orden y la conexión de
los significantes reemplacen al orden y a la conexión de las ideas. Es lo que
Lacan designaba como la combinatoria pura y simple del significante. Esta
combinatoria, se suponía que definía relaciones de necesidad que se
encontraban, iguales, en la realidad. He aquí la concepción del saber con la
que medimos nuestros esfuerzos, puesto que es la concepción de un saber que no
es una representación de la realidad, sino que pretende ser idéntica al
principio mismo del desarrollo efectivo de la realidad, idéntica al principio
de su producción, de su Wirklichkeit.
En esta concepción,
la estructura no es ni una descripción ordenada de la realidad, ni un modelo
teórico elaborado a distancia de la experiencia. Vean en cuanto a esto el texto
clásico, para nosotros, que constituye la crítica de Lagache por Lacan, en la
página 649 de los Escritos. Lacan pretende superar la diferencia, la oposición,
la contradicción que él llama la antinomia de estas dos concepciones de la
estructura, como descripción y como modelo, introduciendo una modalidad tercera
de la estructura, en la que ésta se produce en la misma realidad y determina
allí efectos. En Lacan, estos efectos son de verdad, efectos de goce, efectos
de sujeto, y la verdad en ella misma un efecto –el goce también e igualmente el
sujeto.
Es en esta dirección como se debe entender la proposición
de Lacan que se encuentra en esta página, de acuerdo con la cual la estructura
opera en la experiencia como –ya he citado alguna vez esta fórmula, que vale
especialmente, en el momento en que Lacan la emitió, para el fantasma- “como la
máquina original que pone en escena al sujeto”. Expliquemos estos términos.
Máquina es una palabra que designa una articulación significante, combinatoria
y determinista, cuyas variaciones están estrictamente condicionadas. Algunos
años más tarde, Lacan dará de esto un ejemplo de referencia en su ciclo de los
cuatro discursos. La puesta en escena del sujeto quiere decir, en efecto, que
la máquina combinatoria está entre bambalinas, que no se da a ver, que está
oculta, lo cual hace creer que está a distancia. Que está escondida supone que escapa
a toda fenomenología descriptiva, que no basta con dejar ser aquello que es
para acceder ahí. La expresión puesta en escena del sujeto conlleva una
ambigüedad que repercute la división misma del sujeto. Es decir, que el sujeto
es puesto en escena, es actor, no es el escenógrafo, y al mismo tiempo es
espectador, la realidad es puesta en escena para él por la estructura.
¿Qué es lo que añade a esta articulación calificar dicha
máquina como original? Sin duda, Lacan entiende esto en el sentido de que la
máquina no se deriva de nada anterior, en un sentido propiamente genético, que
él critica en esta página, sino en el sentido combinatorio. Y original quiere
decir también única. Esta máquina es propia de cada sujeto, tiene que ser
reconstituida en la experiencia psicoanalítica para cada sujeto. Pero sería sin
duda abusivo limitar la validez o la inspiración de esta proposición a la
experiencia analítica stricto sensu, porque el sujeto no es el individuo.
Lacan, por ejemplo, habla también del sujeto en la ciencia, y se puede
considerar perfectamente que el malestar analizado por Freud apunta al sujeto
de la civilización.
Con esto nos enfrentamos cuando algo nos alerta, como ha
ocurrido recientemente. Percibimos que nos enfrentamos a la máquina original que
pone en escena al sujeto de la civilización en el momento actual, y esto
también condiciona la experiencia analítica. He aquí lo que se dibuja de una
ambición siempre renovada, esbozada, de recomponer esta máquina original a
partir de lo que nos es dado de sus efectos.
El inconsciente es del
orden del vínculo social
Debo precisar un punto de lo que evoqué la última vez
cuando les cité una frase de Lacan a partir de una cita que de ella se hacía:
“Ni siquiera digo la política es el inconsciente, sino simplemente el
inconsciente es la política”. Indiqué que esta frase había sido extraída de “La
lógica del fantasma”, y lo cité sin remitirme a la estenografía. Luego lo he
hecho. Así pues, quisiera añadir aquí, antes de proseguir, algunas
consideraciones sobre este punto. En primer lugar, porque en la estenografía se
encuentra la fórmula “la inconsciencia, es la política”. Pero yo soy partidario
de corregir esta estenografía y entender “el inconsciente, es la política”.
El pasaje que retomé se inscribe en una frase que quisiera
trasladarles de un modo más completo. He aquí lo que decía Lacan: “Si Freud
escribió en algún lugar la anatomía es el destino, quizás en algún momento en
que, cuando se vuelva a una sana percepción de lo que Freud nos descubrió, se
dirá: ni siquiera digo, etc.” Este complemento pone de manifiesto que la matriz
de la frase de Lacan es, ciertamente, una fórmula de Freud, y que Lacan opone
aquello que Freud dijo remedando a Napoleón a lo que Freud nos descubrió, o sea
lo que Freud dijo verdaderamente. Lo que Freud dijo verdaderamente no es lo que
Freud dijo. Ahí, sin duda, se concentra la inspiración de toda la enseñanza de
Lacan. Lo que Freud dijo verdaderamente no es que la anatomía es el destino. A
lo que Freud nos remite para tratar de explicar la diferencia subjetiva de la
sexuación no es al cuerpo anatómico. Por otra parte, la anatomía no determina
ni siquiera la historia, puesto que, como Lacan revela en “Televisión”, la
conversión histérica no obedece a la división anatómica.
Junto al cuerpo anatómico, se podría poner en cuestión el
cuerpo vivo, distinguirlo de él. Del cuerpo vivo en tanto que habla y la
palabra condiciona su goce, se podría decir quizás que constituye el destino.
Pero en este pasaje de su Seminario, Lacan opera un desplazamiento de “la
anatomía es el destino” a “el inconsciente es la política”. Y lo explica
diciendo que “Aquello que vincula a los hombres entre sí, aquello que los
opone, debe motivarse con la lógica que tratamos de articular” –en aquellos
tiempos era la lógica del fantasma. “El inconsciente es la política” está relacionado
con lo que vincula y opone a “los hombres”, con comillas, entre ellos, o sea el
inconsciente es del orden del vínculo social. Y ésta es la concepción que
pondrá en matema el ciclo de los discursos –algunos más tarde en la enseñanza
de Lacan.
El inconsciente es del orden del vínculo social
–introduzcamos esta glosa- precisamente porque no hay relación sexual. Se
podría llegar a decir que allí donde hay relación sexual, allí donde el vínculo
sexual está programado, pues bien, no hay sociedad.
Por supuesto, ha habido a quien le ha encantado soñar con
la sociedad de las abejas, con la sociedad de las hormigas. Maeterlinck, cuando
no hacía soñar con Pelleas y Melisandra, nos encantaba, en nuestra infancia,
describiéndonos esas sociedades que nos proporcionaban una utopía, precisamente
porque eran porque son –lo que eran y lo que son, precisamente, es lo mismo-
sociedades sin política. Son las sociedades sin política las que nos han
proporcionado como utopías. Se podría decir que las teocracias han tratado de
realizar una sociedad sin política, o también que el estructuralismo etnológico
nos presentó sociedades provistas de estructuras elementales del parentesco, y
por ese motivo apolíticas, lo cual ha sido discutido posteriormente. Hoy día no
parece abusivo plantear que no hay sociedad sin política y que,
correlativamente, el inconsciente es político. Esto es lo que Lacan elaboraba
en aquellos años. Tras haber mostrado que el inconsciente se produce en la
relación del sujeto con el Otro, pasaba a demostrar que se produce en la
relación con el Otro sexo, tropezando, precisamente en ese camino, con la
ausencia de relación sexual y la interposición del objeto a minúscula.
“El ser rechazado” y la
demanda política del Otro
Esa frase de Lacan –para completarlo esto un poco más- se
inscribe en el curso de una reflexión sobre la fórmula “ser rechazado”, a
partir de las consideraciones sobre el masoquismo que él toma de la obra de
Bergler La neurosis de base. Bergler introduce este estatuto del sujeto, “el ser
rechazado”, a propósito del estadio oral, y funda el “ser rechazado” –ser
rechazado que sería el principio del comportamiento, de la actitud de ciertos
sujetos-, en un “ser rechazado por la madre”; el deseo masoquista que el sujeto
se crearía, en el plano de la pulsión oral, sería lo que le permitiría sentir
pena por esta injusticia y gozar de ella. “Ser rechazado”, lo que constituiría
el motivo de la queja del sujeto, estaría motivado en el deseo de salvarse de
ser engullido por el partenaire materno. Esto es lo que en aquella época le
había llamado la atención a Lacan, ese gozar de la injusticia, en el que capta
también una hostilidad de Bergler respecto a sus pacientes, a quienes
estigmatiza como coleccionadores de injusticias para quejarse de ellas –lo cual
en la fenomenología no es absurdo.
En aquella época, la actualidad era la que se desarrollaba
en cierto pequeño distrito de Asia del sudoeste, la guerra de Vietnam. Lacan
situaba lo que estaba en juego allí de esta manera - resuena y puede resonar todavía
hoy, cuando Asia se ha regularizado poco a poco, pero otra zona del planeta...
¡todavía no!- "Tratan de convencerlos de que cometen un error al no querer
ser admitidos en los beneficios del capitalismo". A este respecto, Lacan invita a interrogarse
por ciertas significaciones -especialmente sobre la significación "ser
rechazado"- y siguiendo esta vena plantea, sin desarrollarlo, su "el
inconsciente es la política''.
Lo que Lacan añade -a pesar de su brevedad es capaz de
resonar de algún modo para nosotros - es que uno sólo es rechazado si se
ofrece. Esto lo lleva a recordar como clave de la posición neurótica la
estrecha relación del sujeto con la demanda del Otro. Respecto a dicha demanda,
puede suponerse que hay para el neurótico, dice, necesidad y quizás beneficio
en ser rechazado". Más adelante, Lacan quizás hubiera dicho goce de ser
rechazado. Esto supone una indicación clínica del todo precisa, o sea, que hay
que pensárselo dos veces antes de tener la ambición de forzar a un sujeto a no
ser rechazado, antes de considerar que ser admitido al banquete de los otros es
lo mejor que le puede ocurrir.
Lacan indica que proceder de este modo, tener el
prejuicio de que es mejor ser admitido
en lo que tú consideras como beneficios, ordenar la operación analítica en base
a esto, puede darle al analista una función persecutoria. Así se pone coto a lo
que supondría darle un valor de forzamiento a aquello que el analista
consideraría el principio de realidad, en vez que considerar como válido en
cuanto tal el deseo de ser rechazado -o sea, de no someterse a la demanda del
Otro.
Esto también es indicativo para el momento actual de la
civilización, cuando no es el deseo del Otro lo que está tan presente, sino la
insistencia de su demanda, de su demanda política bajo el aspecto de la
democracia y del mercado, considerados como valores a los que tu bien está
vinculado. De tal manera que se torna incomprensible, hasta monstruoso, algo
que se presenta como una preferencia, la preferencia por ser rechazado del orden
de esos beneficios. Ello indica en todo caso una posición de reserva, para el
analista, respecto a esos significantes amo de la demanda propiamente política
del Otro. He aquí lo que quería añadir, modular, respecto a lo que dije el otro
día sobre la frase de Lacan fiándome de la cita que había pescado en un autor.
La degradación del
psicoanálisis
Había llegado a mi
octava reflexión sobre la degradación del psicoanálisis.
Anuncié el recurso que podría encontrar en la obra The future of success de Robert
Reich, economista político, que se inscribe en la línea de los ensayistas que
han hecho énfasis en el narcisismo social en la época de la globalización -el primero, en los años 80, fue Christopher
Lasch y su Cultura del narcisismo. Su idea es que el anonimato de la masa entra en contradicción con el deseo de
celebridad inducido por el objeto mass media- de ahí que la
gran cuestión consista en llamar
la atención.
"¿Cómo llamar la atención?" es una interrogación
que está presente en las motivaciones que se pudieron reconocer en el reciente
asesino de Nanterre. Encontraba en su acto la ocasión de realizar la frase de
Warhol, “ser célebre durante un cuarto de hora”, conseguir al menos una vez que
tu nombre aparezca en la televisión y en los diarios.
La idea de Robert Reich es que hay una economía de la
atención –una demanda de atención y una oferta de atención. Y, por lo tanto, un
mercado de la atención artificial. Es en este registro donde inscribe al
psicoanálisis, incluyendo lo que indica sobre su difusión creciente en los
Estados Unidos, porque, desde el punto en el que él se encuentra, no tiene que
diferenciar entre el psicoanálisis, la psicoterapia y cualquier otra forma de
psi. Circunscribe, pues, el desarrollo de un sector entero de actividades
especializadas en el servicio de la atención. Lo cual le permite crear una
categoría en la que está presentes también los profesores particulares de
gimnasia –personal trainers- los que van de compras por ti cuando no tienes
tiempo –personal shoppers- y todos los consejeros espirituales, psicológicos.
Aísla el sector de los dadores de atención, attention givers, entre los cuales,
sin embargo, se incluye también al personal doméstico, los baby sitters. Crea
esta categoría como economista, e indica que es uno de los dos sectores que más
crecen en la sociedad actual, junto al de los trabajadores creativos. Profetiza
que, en el futuro, al menos en los Estados Unidos –pero para él los Estados
Unidos presagian el porvenir de las sociedades menos desarrolladas que los
Estados Unidos- si no tiene uno lo que es necesario para ser un trabajador
creativo, probablemente, cada vez con más frecuencia, acabe trabajando en el
sector de la atención especializada. Dice: vuestros hijos, si no son creadores,
innovadores, acabarán ocupando un lugar en este sector, que es prometedor pero
que al mismo tiempo está destinado a la descualificación. Si la economía crece
esencialmente por sectores –los creadores y los donadores de atención-, los
donadores de atención son los que no consiguen entrar en el otro sector. Esto
también crece, pero dentro de una creciente descualificación. Con todo, puede
resultar tranquilizador que pone a los psicoanalistas y a los psicólogos entre
los trabajadores de alta cualificación, pero a pesar de todo los inscribe en la
misma categoría que los mayordomos y los baby-sitters.
Este análisis no es malintencionado, no apunta
esencialmente al psicoanálisis. Es un estudio de las nuevas condiciones de
trabajo en el marco de la nueva economía –por otra parte, esto precede en
algunos meses al estallido de la burbuja de la nueva economía. Es tanto más
precioso cuanto que no resulta polémico. Da la sensación de una degradación del
psicoanálisis, por el hecho de que no es entendido en base a un deseo de
verdad, sino en función de una demanda de atención personal. Es una
degradación, pero al mismo tiempo sabemos que en la dinámica clásica de la cura
analítica algo se ha modificado. Esta modificación es lo que conceptualiza, a
su manera Robert Reich. Ciertamente, no es la verdad última del psicoanálisis,
pero está bien para relativizar la atención que prestamos a las
diferenciaciones internas finas que fragmentan el medio analítico y que
desaparecen bajo la mirada del economista. He aquí bajo qué enseña es puesto el
acto analítico. Resulta chocante que en esta clasificación la actividad del
psicoanalista, del psicoterapeuta o del psicólogo aparezca como más próxima al
baby sitting que a la medicina. De todas formas –y a pesar, por supuesto, de
todas las reservas que podamos tener sobre esta clasificación- ahí surge un
efecto de verdad.
La máquina del no-todo
Novena reflexión. La llamaré así –las burbujas de
certidumbre. Sigamos dirigiendo hacia nosotros mismos esta mirada que nos
convierte en exóticos para nosotros mismos. Sin duda, esto es fenomenología
social, pero es a partir de estos elementos como debemos tratar de reconstituir
la máquina original de la civilización de hoy.
El padre. Se ve bien todo lo que todavía vincula al
psicoanálisis con el mito del padre, y que la sociedad, que se está modificando
en época de la globalización, ha dejado de vivir bajo el reino del padre. ¿Por
qué no decirlo en nuestro propio lenguaje? La estructura del todo ha dado paso
a la del no-todo: la estructura del no-todo supone precisamente que ya no hay
nada que constituya una barrera, que esté en la posición de la prohibición. La
prohibición aparece como algo contradictorio con el movimiento del no-todo. La
estructura del no-todo es lo que es descrito en el plano social y político por
Antonio Negri como impero, como el imperio que se desarrolla, precisamente, sin
tropezar con límites. Esto para nosotros corresponde a la estructura del
no-todo, trasladada al plano de lo que ya no se puede llamar la organización
social.
No hay que
sorprenderse de que nos encontremos aquí con el no-todo: este no-todo, Lacan lo
introdujo en su escrito “L’étourdit”, donde precisamente responde al Anti-Edipo
de Deleuze y Guattari –como demuestra el final de ese texto- reconceptualizando
lo que dichos autores habían tratado de captar. En efecto, la función del padre
está ligada a la estructura que Lacan encontró también en la sexuación
masculina. Una estructura que comporta un todo, dotado de un elemento
suplementario y antinómico que hace de límite, que le permite al todo,
precisamente, constituirse en cuanto tal. Hace de límite y así permite
organización y estabilidad. Esta estructura es la matriz misma de la relación jerárquica.
El no-todo no es un
todo que incluye una falta sino, por el contrario, una serie en desarrollo, sin
límite y sin totalización. Por eso el término globalización es para nosotros
vacilante, porque se trata precisamente de que ya no hay todo y de que, en el
proceso actual, lo que produce todo y hace de límite está amenazado, vacila. Lo
que se llama globalización es un proceso de destotalización que pone todas las
estructuras “totalitarias” (entre comillas) a prueba. Es un proceso en el que
ningún elemento está dotado de un atributo que le sea asegurado por principio y
para siempre. No se tiene la seguridad
del atributo, sino
que tus atributos,
tus propiedades, son
adquiridos y precarios El
no-todo conlleva la precariedad para el elemento.
Se ve todos los días, en efecto, como lo que era el respeto
de la tradición cede ante la atracción por lo nuevo, y este fenómeno,
abundantemente descrito, es escenificado para nosotros por la máquina del
no-todo. Por tomar un ejemplo que para nosotros es muy elocuente, al menos para
quienes están al corriente del asunto: el verdadero martirio de la Iglesia
Católica en Estados Unidos. Se ha llegado a ver a un cardenal, un príncipe de
la Iglesia, obligado a acudir a un tribunal y responder a las preguntas
–preguntas a la americana, de las que ustedes se pueden hacer una idea por las
novelas policíacas de Erle Stanley Gardner o de Perry Mason. Ya saben ustedes
cómo se interroga. No hay que hacer alusiones, no se piden discursos, se
plantean muchas pequeñas preguntas factuales que se encadenan unas con otras.
Tienes que responder exactamente a lo que te preguntan con un sí, un no, y
luego el otro te lleva por donde quiere. Pues bien, el cardenal Law –bien
llamado- de Boston tuvo que responder, hace quince días, a este cuestionario.
En Internet he encontrado todo este interrogatorio, turbador para quienes
sienten apego por la tradición. Con todas las narices que supone reclamar a la
Iglesia católica transparencia sobre sus operaciones –y la renovada desconfianza,
incluso entre los católicos norteamericanos, respecto al papel que desempeña en
todo ello un potentado que vive en un estado microscópico junto a Italia. He
aquí un signo de los tiempos, en el que se ve cómo prácticas multiseculares
rodeadas de un respeto universal resultan hoy indescifrables y son rechazadas,
apartadas, por el espíritu de los tiempos.
Ciertamente, se tiene la sensación de que hay ahí una
máquina original que está poniendo en escena obras del todo inéditas, como la
del cardenal Law respondiendo humildemente a las preguntas del procurador, a
saber: apellido, nombre, explíquenos qué es un cardenal, explíquenos qué es una
diócesis, etc. Nosotros no hemos llegado a eso todavía, pero he aquí algo
irresistible que se enuncia en esta máquina original.
Mediante cierto cortocircuito, admitir que la máquina que
pone en escena lo que llamamos globalización es el no-todo, supone decir –para
Lacan, que lo articula con la sexualidad femenina- que esto se puede relacionar
con el auge de los valores llamados femeninos en la sociedad, los valores
compasionales, la promoción de la actitud de escucha, de la política de
proximidad, que ahora deben afectar los dirigentes políticos. El espectáculo
del mundo se torna quizás indescifrable, más descifrable, si lo relacionamos
con la máquina del no-todo.
Evidentemente, la escucha como política sólo se propone
sobre el fondo de la ausencia de respuesta. La escucha se convierte ella misma
en la respuesta, en el silencio del amo. Esto es el uso de la comunicación
intersubjetiva, o sea, que nunca recibes ningún mensaje más que el que tú mismo
has emitido. Por eso, también, hay quien llora por el elemento tradicional,
algo que ya se captaba hace medio siglo, a saber, que lo viril está asediado, y
se observa, al menos en las sociedades desarrolladas, cierta dificultad popular
de los entusiastas de la guerra. Esto, sin duda, es correlativo de una llamada
a la autoridad, al retorno al orden, de una llamada desesperada al reino del
significante amo que está en curso de abolición. En todo caso, se observa la
tensión entre el funcionamiento de la máquina del no-todo, que exacerba la
nostalgia del significante amo, y esta llamada al significante amo, llamada
tanto más exacerbada cuanto que aparece como desgajada del resto, y tanto más
insistente cuanto que aparece claramente como suplementaria.
En el no-todo social, por el contrario, el significante ya
no nos llega en forma de bloques organizados, tiende a presentársenos mediante
fragmentos discontinuos, por ejemplo, informaciones inmediatas. Cuando se
describe el momento actual, se habla de bombardeo de informaciones –así, los
norteamericanos estudian el information overload, la sobrecarga de
informaciones. Lo que se llama la información es la forma en que te llega el
significante, ya no organizado como discurso sino discontinuo, esencialmente
fragmentario, más un esfuerzo para tratar de añadirle una organización que se
está deshaciendo constantemente. De ahí lo que el propio Robert Reich puede
aislar como una patología de la desorientación.
El S1 pluralizado y el
sujeto sin punto de referencia
Por eso los sociólogos han aislado, frente a la overdose de
información, las estrategias subjetivas que consisten en relegarse en zonas
limitadas de certidumbre. Descriptivamente, es bastante potente -ya lo
anunciaba la promoción de lo postmoderno por parte de Lyotard, que generalizó
su concepto. Él lo había caracterizado ya entonces por la desestructuración de
los grandes filtros de saber, o sea, las tradiciones, las autoridades
consagradas, lo que él llamaba metadatos,
los estereotipos: son otras tantas organizaciones del significante,
que son formas diversas del discurso amo y que tenían el mérito de operar una
simplificación y una formalización de la realidad, de difundir modelos de
coherencia, modelos de comportamientos coherentes bajo la autoridad de
instancias habilitadas y reconocidas con este fin.
Se quisiera que, en esta época de desestructuración de los
filtros del saber, como por milagro, la escuela sea capaz de operar esta
simplificación y esta formalización de la realidad, mientras que todos los
aparatos que los soportaban están como resquebrajados, estropeados, asediados,
al menos se encuentran en declive. Lo que los sociólogos advierten es que la globalización se acompaña de
individuación. Lo que está afectado es la forma de vivir juntos, el vínculo
social, que existe en forma de sujetos desarrumados, dispersos, y que al mismo
tiempo induce en cada uno un deber social y una exigencia subjetiva de
invención.
Es la fórmula, muy elocuente, de living my own life -vivir
mi propia vida, vivir mi vida, la mía, precisamente en su diferencia respecto
de las demás- lo que pone de relieve la decadencia, el declive de la
organización colectiva de los modelos, y
enfrenta al sujeto a una demanda -asumida por él por cuenta propia- de
invención y de valorización de su estilo de vida individual. Es la época que
nosotros habíamos llamado del "Otro que no existe", mientras que
aquello que un Bordieu trató de recomponer como los mecanismos de la distinción
se refería ya a otra época. Hoy día los mecanismos de la distinción a los que
él se refiere se confunden -lo que nos presenta es un mundo simplificado, casi
el mundo de su infancia.
Ahí es donde se ve, en la enseñanza de Lacan, cómo él aisló
y al mismo tiempo cuestionó lo que llamaba S1, el significante central de la
identificación. Aisló este significante amo en su matema del discurso del amo.
Este matema lleva como agente central el significante amo, que es
pre-postmoderno. Es el discurso del amo pre-postmoderno.
Así, primer movimiento, aislar el significante central.
Pero, apenas lo había aislado, lo pluralizó, lo multiplicó, haciendo oír en la
expresión S1 el valor de enjambre (1), para decir que no hay sólo uno. Hay
varios, y nada asegura, por el contrario, que no sean caóticos, aunque el
enjambre se desplace agrupado. Una constelación de significantes más que una
unidad del discurso amo. Y luego Lacan esbozó, junto a este matema del discurso
del amo, el matema del discurso capitalista, modificación de aquél, donde es el
sujeto tachado el que se instala en el lugar de este S1.
¬¬¬¬¬
Aquí no se trata tanto
de una promoción de la histeria como de la promoción del sujeto sin punto de
referencia. En función de esta máquina original es como se puede observar, al
igual que hacen los sociólogos, la constitución de zonas restringidas de
certidumbres que, a pequeña escala, aportan esas referencias.
Las burbujas de
certidumbre
De la estructura del no-todo, siempre se puede explicar que
es abstracta. Y que de hecho no es así como se produce en la realidad, porque,
en efecto, la máquina del no-todo supone
la constitución tanto más insistente de micrototalidades cuya multiplicación y
el propio investimento de los sujetos que en ellas están capturados traducen la
presencia de dicha máquina. Micrototalidades que ofrecen, dentro del no-todo,
nichos, refugios de cierto grado de sistematicidad, de estabilidad, de
codificación, y que permiten restituir el control pero a costa de una
especialización extrema. Hay que elegir un campo muy restringido de
significantes, un campo muy restringido de saber donde se restituye un dominio.
Hay un ejemplo que he encontrado y que me parece muy indicativo,
en un estudio publicado hace dos años sobre un fenómeno observado en Japón y
que allí llaman “el efecto otaku”. Figura en un artículo que sólo conozco de
segunda mano, bastante difícil de encontrar, titulado “The otaku answer to
pressing problems of the media society”, la respuesta otaku a problemas
acuciantes de la sociedad mediática.
Es algo que han aislado en Japón. Son siempre categorías
que se pueden considerar sospechosas, pero que no por ello son menos
indicativas. Esto concierne a un comportamiento de adolescentes, o de
adolescentes mayores –ya no se sabe dónde termina esto, por otra parte- que se
convierten en fanáticos de una zona muy restringida de las nuevas tecnologías.
Se convierten en completos especialistas de algo que parece un fenómeno del
todo fútil de la sociedad mediática, como ciertos tipos de Manga, historias
ilustradas, o bien un ídolo, como se suele decir –actor, modelo, etc.-, o una
tecnología, por lo general más o menos vinculada con el ordenador, o
videojuegos, sobre lo cual acumulan un saber lo más completo posible,
manteniéndose siempre al corriente del último grito. Se advierte, entonces, el
completo desinterés que sienten, aparte de esto, por sus contemporáneos, hasta
tal punto que se dice, en Japón, que no miran a la gente a la cara. “Un otaku
prefiere permanecer solo para desarrollar en paz su hobby. Se consagra de forma
obsesiva a un solo sector de interés. Los objetos de su pasión pertenecen por
lo general a la cultura pop”. También hay objetos militares –es Japón. “La
esencia, dice el sociólogo en cuestión, un tal Grassmuck, del estilo de vida
otaku no tiene nada que ver con un argumento específico, sino que está ligada a
la forma de ser en relación a un tema”. Esta categoría, que parece estar en uso
en Japón, no está construida en referencia al tema del interés, sino a la forma
de tener relación con dicho tema. “El otaku tiene una personalidad monomaniaca.
Su estrategia es recoger informaciones reservadas a una sola sección del saber
humano y dejar de lado el resto. El otaku busca una pequeña zona de
conocimiento de la que quiere saberlo todo”.
Esto se generaliza a todos los comportamientos inducidos
por la sociedad de la información, la sociedad mediática, que consisten en
querer saber completamente, en cada momento, lo que es in y lo que es out. Esto
se ha extendido en Francia igualmente a las revistas, para indicarte lo in y lo
out, de forma que sepas puntualmente cómo orientarte en la multitud.
No puedo juzgar sobre la pertinencia de esta descripción en
lo que se refiere al Japón, y también se puede considerar que no es por fuerza
una construcción correcta para el estado actual de la civilización en Francia,
pero hay algo, con todo, en el psicoanálisis, que permite ser conceptualizado
como una respuesta otaku. Hay algo del estilo de vida otaku en las sociedades
analíticas, en las Sociedades, en las escuelas de psicoanálisis. Se podría
decir incluso que la propia experiencia analítica es del orden de la respuesta
otaku –la respuesta analítica como búsqueda de certidumbre, y ello también
porque la misma relación que se establece en el marco analítico restituye al
sujeto una zona de certidumbre.
El análisis pone la incertidumbre a trabajar, pero lo hace
en el marco de una certidumbre por lo menos hipotética –de ahí la extrema
valorización del marco que se observa en la IPA, valorización del marco extrema
y al mismo tiempo indefinible. Quizá se puede observar lo mismo en Lacan, en la
definición del discurso analítico, presentado como una transformación, una
versión del discurso del amo, es decir, como una burbuja de certidumbre a la
que el sujeto está tanto más vinculado porque se encuentra sumergida en la
estructura social del no-todo.
Es preciso añadir,
ciertamente, que si bien el psicoanálisis es una burbuja de certidumbre, al
mismo tiempo irradia hacia la sociedad, porque se le hace intervenir en la
publicidad, y él enseñó a la política la manipulación de la verdad. En verdad
el psicoanálisis ha enseñado a los políticos que la verdad es un efecto, lo
cual dio lugar al nacimiento de los spin doctors, doctores en la verdad, los
expertos en manipulaciones de la verdad. Por otra parte se ha podido observar,
muy recientemente en Francia, la extraordinaria promoción de un especialista
del marketing convertido en Primer Ministro –esto es una primicia- y
aparentemente elegido para eso. Al mismo tiempo, hay que reconocer que la forma
en que se ha extendido el tema de la escucha, que perjudica al psicoanálisis,
proviene de su expansión.
El psicoanálisis en la
época de la globalización
Décima reflexión: el psicoanálisis en la época de la
globalización. Tratemos de ver rápidamente cómo se relacionan las
modificaciones de nuestra clínica en la época de la globalización y esa
maquinaria del no-todo que supuestamente la anima.
La clínica clásica, la que hemos aprendido y enseñado,
tenía como eje el Nombre del Padre y se distribuía en función de las posiciones
del sujeto respecto al Nombre del Padre. Ahí se distinguían diferentes
modalidades del deseo –el deseo insatisfecho, imposible, prevenido, etc.,
también nuevas formas de defensa. Nuestra clínica clásica respondía
esencialmente a la estructura de la sexuación masculina, a la estructura del
todo y el elemento antinómico. Esto es lo que nos permitía tener aquellas
clasificaciones estancas, rígidas, potentes, que fundaron la noción del
lacanismo durante generaciones.
Digamos que la clínica contemporánea, a la cual nos
enfrentamos ya desde hace años, bascula hacia el otro lado, el lado del
no-todo. Esta clínica del no-todo es aquella en la que florecen las patologías
que se describen como centradas en la relación con la madre, o bien centradas
en el narcisismo y que, cuando se disponía de la jerarquía anterior,
correspondían al registro edípico, pero ahora de algún modo se han independizado.
Calificar esto de preedípico es evidentemente, demasiado estrecho.
Cuando nos interesamos en todo aquello que es del orden de
las adicciones, se observa clínicamente
el frenesí del no-todo, patologías en las que se destaca precisamente el
sin-límite de la serie. Se observa al mismo tiempo la menor efectividad de la
metáfora paterna y la pluralización de los S1, su pulverización incluso, de tal
modo que, desde ya hace años, hemos reconocido la crisis de nuestras
clasificaciones. Tomemos tan solo la categoría de la perversión, a la que
estamos vinculados por la enseñanza que hemos recibido y por la que hemos
distribuido, debido a la misma potencia de dicha categoría: forzoso es decir
que es una categoría que experimenta un rechazo social masivo. Es asimilada a
un estigma. No se puede borrar de la categoría de la perversión el hecho de que
hace referencia a una norma, pertenece al régimen anterior en que normas e
ideales prevalecían.
Evidentemente, objetamos nosotros –Lacan dice que la
perversión es la norma del deseo. Pero son los términos en los que se plantea
el diagnóstico, la categoría misma, los que han dejado de ser operatorios. Y,
por otra parte, Lacan nos indicó otras vías para abordar la clínica
contemporánea como clínica del no-todo. Nos indicó la vía del nudo. No es que
en sí mismo el nudo sea algo levitatorio, sino que el nudo, en efecto, es una
forma de responder a la estructura del no-todo, porque esta clínica nos
presenta una serie indefinida de disposiciones a partir de tres redondas de cordel.
El ternario RSI se distingue y se opone a lo que era la distinción estanca,
discontinua, entre neurosis, perversión y psicosis.
Antes teníamos una combinatoria clínica, centrada en el
Nombre del Padre, por decirlo rápido, y cuyos estados eran discontinuos, lo
cual nos daba categorías estancas. Es evidente que –y no es que esto no tenga
validez- situar la clínica respecto al nudo nos da sin duda disposiciones
diferentes pero que están en continuidad las unas con las otras. Se ha perdido
la seguridad de lo discontinuo y de lo estanco, y el resultado es que es el
síntoma el que se convierte en la unidad elemental de la clínica, no ya lo que
se llamaba la estructura clínica, que era una clase. Es el síntoma lo que se
convierte en la unidad elemental de la clínica y, después de todo, el síntoma,
lo que Lacan llamó el síntoma al final de su enseñanza, es la versión lacaniana
de lo que es la fragmentación de las entidades clínicas en el DSM. No es la
misma fragmentación, pero es el mismo movimiento de desestructuración de las
entidades el que se observa en la segunda clínica de Lacan.
Primero, operábamos con una clínica centrada en la
identificación. La primera clínica de Lacan era una clínica de la
identificación: en el análisis, aprendo a contar mi historia de forma verídica,
es decir que elaboro una identificación que me permite ser verídico. Y el final
del análisis responde a la elaboración satisfactoria de una nueva
identificación, que pasa por una desidentificación, etc., pero la categoría
central es una identificación.
La segunda clínica era una clínica centrada en el fantasma,
es decir, una vez más, en una historia, pero esta vez una historia concebida
como un guión inconsciente y centrada en la relación del sujeto con el meollo
de goce que colma su falta constitutiva.
Pues bien, la última clínica de Lacan tiene como punto
central el síntoma, y en esta clínica lo absoluto, la substancia, es el goce.
Para remitirnos a la referencia a Spinoza que introduje al comienzo, es
verdaderamente Deus sirve natura, sirve goce. O sea, no hay sino goce en
detrimento de la verdad y del sentido. En este momento, ya no se trata de
curación para el final del análisis, tampoco es ya cuestión de atravesamiento,
se trata sólo del paso de un régimen de goce a otro, de un régimen de goce a un
régimen de placer.
Qué hay de los psicoanalistas en la época de la
globalización, eso es algo que se descubre a partir del pase. Si se ve bien
cuál es su traducción en lo que escenifica la máquina del no-todo, el pase
significa que uno se ve llevado a plantear una desconexión entre ser un
analista y luego la práctica de analista. Aquellos a quienes Lacan quería
consagrar como Analistas de la Escuela, era preciso que fuesen de la Escuela,
porque se trataba de una definición del analista independiente de la práctica
analítica, que trata de resolver así el problema de preservar el núcleo
analítico de la práctica, en un mundo en que el analista tiende a disolverse en
la práctica atencional.
Sin duda es en este contexto donde hay que pensar la
formación analítica. Al mismo tiempo, ésta revela ser difícil de determinar,
porque en adelante es necesario pensarla fuera de todo ideal a alcanzar, fuera
de la problemática misma del ideal y de la norma. Se trata, pues, de que la
formación tiende a ser captada más como la comunicación de un estilo de vida
que como el acceso a la realización de un ideal.
*”La orientación
Lacaniana”, curso en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad París
VIII, 22 de mayo de 2002, texto establecido por Marie-Hélène Doguet-Dziomba y
Natalie Georges, traducido por Enric Berenguer. Publicado en Cuadrenos de Psicoanálisis, nº 29.
NOTAS
1. S1 se pronuncia de un modo que se
confunde con essaim, enjambre. [N. de T.]
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