JACQUES
RANCIÈRE, UNA POLÍTICA DE LOS OASIS
POR JACQUES-ALAIN MILLER
Jacques Rancière En quel
temps vivons-nous ? (¿En qué tiempo vivimos?)
Conversación con Eric
Hazan La Fabrique, Paris, 2017 80 p. 10 €
Paris, 5-7 de junio de
2017. El libro es bien pequeño, perfectamente impreso (Floch en Mayernne), se
compra por 10 euros. Es un Rancière inesperado, al menos para mí, renovado, que
habla. En primer lugar sin balbucear: se lo comprende. Luego, lo que dice está
acuñado en el rincón del sentido común, lo que tendrá un efecto contundente
sobre la izquierda que se dice radical. Por sufrir de una falta de Revolución
permanente, esta se mantuvo con vida bajo la perfusión del sueño diurno, aunque
todas las cartas robadas le pasan delante de la nariz. Rancière la sacude.
Bellas controversias en perspectiva, a menos que no se les ponga mala cara, o
incluso que no se lo expulse de la comunión de los santos. No puedo decir que
haya abierto este libro esta mañana cuando desperté sin prejuicios, en este
lindo día de Pentecostés. Lo cerré menos de una hora después con la alegría de
haber encontrado un hermano en herejía. ¿Habrá un Espíritu Santo de los
heréticos? No quiere decir que Rancière esté con las posiciones de la Escuela
de la Causa freudiana: no lo está. Condenaba por adelantado el voto por el
menos peor (p.10) y como no ve al mejor, seguramente se abstuvo de votar. No se
lo escuchó durante el "debate ciudadano" de la presidencial. Su libro
aparece luego que Macron fue elegido. Por otra parte, creo recordar que Anaëlle
me dijo que le solicitó participar en uno de los Foros parisinos, y que le
respondió que no iría por una razón contingente y por una razón de fondo. La
primera: estaría en los Estados Unidos dando conferencias. La segunda: nunca
tomaba partido cuando hay que votar. Como expone en el libro que no cree
tampoco que la época se preste a demostrar que el poder está en la punta del
fusil, ¿en qué consiste exactamente su compromiso político? La respuesta está
en el libro, página 70: "(Mis palabras) son las palabras de un individuo
que trata de explicarse el mundo en que vivimos sin pretender dar a los
individuos o a los grupos determinados, métodos de acción a verificar." En
términos de Gramsci, se dirá que Rancière es, como Pasolini, lo contrario de un
"intelectual orgánico": es de aquellos que "se dicen autónomos e
independientes del grupo dominante". Gramsci da razón de esta posición con
el siguiente análisis: "Todo grupo social "esencial" habiendo
emergido en la historia a partir de la estructura económica precedente Lacan Cotidiano
N° 716 - Selección de artículos Biblioteca de la Escuela de la Orientación
Lacaniana (...) encontró, al menos en la historia tal como se desarrolló hasta
el presente, categorías sociales prexistentes, que incluso aparecen como los
representantes de una continuidad histórica que no se ha visto interrumpida,
incluso por los cambios más complicados y más radicales de las formas sociales
y políticas" (Cuadernos de la cárcel Tomo 3, Ed crítica del Instituto
Gramsci). Retomo aquí el comentario de ese pasaje por Attilio Monasta en la
Encyclopédie de l´Agora (agora.qc.ca): "Gramsi da como ejemplo de este
tipo de intelectual, en el que ve "al intelectual tradicional", a los
eclesiásticos y toda una clase de administradores, eruditos, científicos,
teóricos, filósofos laicos, etc. No es por casualidad si hoy aún decimos a
veces "clercs" (clérigos) en francés a propósito de esos
intelectuales". Rancière, según la tradición no sería un clérigo, sin
embargo, ¿es verdaderamente necesario meter en una categoría pre pensada, ready
made, a un individuo que nos da testimonio de su denodado esfuerzo por pensar
justamente lo que no fue pensado hasta ahora? La satisfacción que se obtiene
colocando en una clase a un creador o a un creativo siempre es cruel. La
clasificación es una degradación del espíritu, santo o no. Es verdad que
Rancière ofrece su flanco hablando de sí mismo como de un individuo. Sin
embargo, el individuo en francés, es una unidad considerada en su relación con
un conjunto de unidades equivalentes al que pertenece, ya sea que se trate de
un grupo, de una sociedad, de una especie, etc. Designarse a sí mismo como un
individuo, es colocar sobre si la chapa de la clase. Por eso me parece mejor
respetar la singularidad del aporte de Rancière tomándolo como un sujeto en el
sentido de Lacan, y escuchando lo que dice como alguien que no se parece a
ninguno. Lo dice, siempre en la página 70: "Le corresponde (a mis oyentes)
saber lo que quieren y el sentido que mis palabra pueden tomar para ellos en
consecuencia." No es esta una de las frases que a Althusser le gustaba
llamar "puras como el amanecer", el amanecer en que cometió su
crimen. Diré más bien que es una frase profunda como la noche de Racine o como
la estrella de Hugo. Se prestaría a infinitos comentarios. El primero que se me
presenta es el siguiente: un analista podría retomar esta frase a su cuenta
para definir lo que se llama la interpretación. Un analista que interpreta
reconduce en efecto, al analizante a la cuestión de su deseo (es el famoso
"Che voui?"), ese deseo que colorea, sesga, condiciona, determina en
efecto el sentido que tomará la interpretación para él. Segundo comentario: si
la concepción que Rancière se hace de su propia enunciación se confunde con la
enunciación analítica, es que odia utilizar cualquier forma conminatoria. Es
asunto del otro saber lo que quiere, Rancière no se lo dirá. Entonces, Rancière
se sitúa decididamente, sin equívoco, fuera del discurso del amo.
Vemos
enseguida que se destaca la diferencia con un Badiou. La posición de este está
emparentada a la de Rancière, porque él también se abstuvo de participar en el
debate de la presidencial y también se abstuvo de votar, pero hizo
proselitismo, y con un tono extremadamente imperativo. Vean el título de su
tribuna confiada a Médiapart el 27 de abril último: "¡Desinteresémonos,
una vez por todas de las elecciones!" Nada más ajeno a Rancière que tal
conminación, proferida en nombre de un "nosotros" exhibido delante de
no se sabe qué multitud, y que pretende absorber al lector por sugestión. Este
"nosotros" es tanto más brutal cuanto que, como la rosa de Angelus
Silesius, es sin porqué. Lacan Cotidiano N° 716 - Selección de artículos
Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana Rancière cuestiona
justamente la validez de ese "nosotros" tan natural en la pluma de
Badiou. Hace notar en la página 41, que "no hay "nosotros" que
lleve con él la memoria de todo lo que nos ocurrió desde la época de las
grandes esperanzas de los años 60, que pueda hacer su balance, inscribir ese
balance en la dinámica de las recientes luchas y obtener reglas de
acción". Página 67, no duda en invalidar el concepto de pueblo del que
hace uso "el populismo de izquierda" hoy reivindicado por todo un
sector de la izquierda": juzga que ese populismo "retoma a su cargo
la figura del pueblo que el sistema produce como su otro". Comprendemos
leyendo este libro que Rancière no es más amable con otro concepto fundamental
del populismo, el de "sistema". Tercer comentario, y me detendré
allí. La primera teorización de Saussure hecha por Lacan, parte de la
separación del significante y del significado como "dos órdenes
distintos". Entre los dos, en la etapa inicial del algoritmo que determina
la intelección de un discurso, "hay una barrera resistente a la significación"
(Escritos, p. 183).
Rancière aprovecha las posibilidades en su discurso de este
momento inicial. Su frase "profundo como la noche" conlleva en efecto
la disyunción absoluta entre la materialidad significante del mensaje del
emisor y la significación que le da el receptor y que queda enteramente a su
cargo. Rancière evoca de este modo el testimonio que le aportan personas que
encuentran en sus "palabras" motivos para esperar, "aunque no
tengo la sensación de haberles abierto ninguna perspectiva de un porvenir
particular". Tenemos aquí un Rancière Poncio Pilatos, que se lava las
manos de cualquier responsabilidad en relación con las consecuencias de su
discurso. Esta posición le será reprochada por sus amigos, y en mi opinión es
difícil defender a Rancière en este punto. El argumento es poco convincente
cuando es esgrimido por un Brasillach, no lo es más cuando se trata de un
pensador de izquierda con las manos puras (o sin manos? como el kantismo según
el imbécil de Péguy) que lo afirma. Aquí aun, el paralelo con Badiou es
elocuente. Badiou está en todas partes, se pone en su lugar en el sentido en
que habla por ustedes, los absorbe en su "nosotros" caído del cielo
(ideas, por supuesto, porque se dice platónico, pobre Platón). Rancière no está
en ninguna parte, habla y se eclipsa, se ausenta a toda velocidad. Uno se
infla, se insufla, se trabaja como la rana y los invade, el otro es fóbico, se
retracta, desaparece. Cuando volví a ver a Rancière hace dos años luego de un
paréntesis de medio siglo, sentí que no estábamos los dos en el mismo espacio
tiempo. Este intelectual comprometido esconde en efecto a un estilita en el
desierto, subido a su columna. Nos encontramos para respondernos en lo de Alain
Finkielkraut en France Culture, luego de una pequeña controversia por el
escrito sobre el universalismo del Islam. El era, en suma, partidario de los
"arreglos razonables" a la Quebec y yo era partidario de una línea
republicana a la francesa. Desde entonces, debo decir que me he endurecido, y
enuncié aquí mismo la semana pasada, que a falta de "desradicalizar"
a los sectarios del Estado islámico, nos quedaba la solución de radicalizarnos,
nosotros. Línea jacobina de salvación pública que expresé de manera lapidaria
utilizando un término recientemente promovido por un Girondino amigo mío,
Philippe Sollers: "¡Atrás los retrasados!" Este eslogan está
destinado a hacer gritar a los retrasados precisamente, así como a sus enablers
(palabra inglesa que designa a aquellos sin los cuales no pueden hacer lo que hacen,
la palabra "facilitador" no tiene el mismo acento sine qua non). Los
arreglos con aquel que quiere tu muerte son siempre insensatos*. Si "el
suicidio es una libertad", como lo recordaba recientemente Robert
Badinter, "el hecho de inducir a los de más al suicidio" es un delito
penalmente reprensible. Lacan Cotidiano N° 716 - Selección de artículos
Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana Sin embargo, no se trata
del Islam en el libro de Rancière. La cuestión no le fue planteada, aunque su
interlocutor fuera un judío notoriamente antisionista. Eric Hazan en persona,
el jefe de La Fabrique, editor de padre a hijo y trotskista de los trotskistas,
siempre al acecho de los pródromos de la Revolución. Es el autor de varios
libros de combate político, especialmente anti israelíes. Pero si no ama a
Israel, adora París, y dio testimonio de su amor por la capital en un bello
libro editado en Seuil. El catálogo de su casa se parece a una verdadera
Academia de los pensadores radicales del tiempo presente, pero no veo allí a
Laclau y Mouffe. ¿Es por la ruptura de Zizek con ellos? Aleman también falta al
llamado: muy escuchado en todo el mundo hispanófono, no penetró aún en Francia.
Es injusto, y lo recomiendo a la atención de Hazan. Eric Hazan quiso este libro
con Rancière, lo siguió con esmero, y consiguió que este, desde lo alto de su
columna, responda a sus preguntas por escrito entre agosto de 2016 y febrero de
este año. El que lo interroga, es el autor de un libro famoso, publicado en
2005, El odio a la democracia, que instaló la reputación de Rancière como
teórico de la democracia, opuesto al principado revolucionario reivindicado por
Badiou en su provecho. Rancière no está en el discurso del amo, Badiou sí, y
tanto más que el amo (basta leerlo), es él (según él).
Así como Badiou es
megalómano, del mismo modo Rancière es sereno y racional. Las páginas que
consagra en desplegar el tema democrático, 7-24, son de una claridad, de una
concisión y de una lucidez que fuerzan a admirarlo y dejan atrás a un
Rosanvallon por ejemplo, que nada muy bien entre dos aguas tanto que una gata
perdería allí a sus crías. Más notable aún la toma de distancia de Rancière con
la calaña intelectual que anima a través del mundo la reflexión de la esfera de
influencia populo - influencista, si puedo expresarme así. Es un herético el
que habla, y que sin equivocar se separa de la actual doxa de la extrema
izquierda que rechaza y quiere llevar a la ruina. En los papeles, tiene las
credenciales que hacen falta para ser escuchado por ese público. Tal vez algún
día digan en ese medio de pensamiento. "Finalmente Rancière vino".
Pero tal vez los amos pensadores de los que se burla lo echarán de un portazo
para impedir que sus tesis se difundan entre sus acólitos. No está escrito.
Rancière parte de una constatación: "No hay ciencia de la acción que se
legitime por una ciencia de sociedad." Muy verdadero. Más verdadero aún si
agregamos que la ciencia de la sociedad nunca fue sino ilusoria y que nunca
hubo "ciencia de la acción", a lo sumo técnicas (como la famosa
Técnica del golpe de Estado de Malaparte) implementada en función de su
"opinión verdadera" por estrategas geniales, de Temístocles a Mao. Lo
que importa es que el vacío dejado por el olvido del marxismo fue llenado por
lo que Rancière nombra con pertinencia "el pensamiento post heideggeriano
de la gran catástrofe" (p. 37). Este pensamiento que desvaría no sabe más
que estigmatizar indefinidamente el "nihilismo de un mundo contempérano
entregado al "servicio de los bienes"", decadente, corroído por
el hiper individualismo y el narcisismo. Llama a un "cambio radical"
muy misterioso. Heidegger era más honesto en relación con la cuestión
¿"qué hacer"? daba su respuesta bajo la forma oracular de su
entrevista a Spiegel el 23 de septiembre de 1966 (recuerdo que ya me hacía
reír): "Nur noc hein Gott kann uns retten", lo que quiere decir:
"Me doy por vencido": o literalmente: "Solo un Dios puede aun
salvarnos." Porque se trata siempre, por supuesto, del Rettung, de la salvación,
como se dice " Jesus, der einzige Retter der Welt". Esta doctrina, o
más bien esta sensibilidad crepuscular, es según Rancière el bien común de
diversos faros del pensamiento contemporáneo que estarían desolados de que se
Lacan Cotidiano N° 716 - Selección de artículos Biblioteca de la Escuela de la
Orientación Lacaniana los precipite en la misma clase: por orden alfabético,
Badiou, Comité invisible, Finkielkraut, Houellebecq, Sloterdijk y Zizek
(p.37-38). Puesto que velo por los intereses mediáticos de Aleman, agrego su
nombre a este cuadro de honor.
Traducción: Silvia
Baudini
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