Lacan, Una lección de
política
"Sus palabras me han impactado…"
por François Regnault
-"Sus palabras me han impactado más de
lo que usted piensa", le diría más tarde.
-"Impactado más de lo que pienso
", dice el Doctor.
"Exactamente", le volvería a
decir.
Estábamos sentados a la
mesa, en el pequeño departamento de la calle L… a la mesa los tres, su hija J*,
frente a nosotros, su yerno A*, y yo del mismo lado, cuando entró, él,
"Freud" en persona.
Entró lentamente con su
mujer, que vino a sentarse en la otra punta desocupada de la mesa. Me levanté y
fui a saludarlo, sabía que había sido agredido dos días antes por un malandra,
un loco que deseaba su mal, quería su dinero y le había dado un puñetazo.
Adiviné fácilmente que no se trataba de hacer alusión a ello, ni siquiera
autorizándome en un "créame estoy con usted en esta prueba ligera y seria".
El puñetazo le había
producido una equimosis en la garganta y su voz sufría una disminución bastante
importante. Me dijo buenas noches y luego tomó el texto que su yerno A* había
preparado para los diarios, respondiendo a una pregunta acerca de política revolucionaria
en el estilo de 1789 y según los principios de Jean-Jacques Rousseau.
Pasó a la pieza de al
lado, frente a donde yo había estado sentado y donde yo estaba nuevamente
parado esperando que salga. Se alejó, pidiendo un poco de paz, pidiendo que se
lo deje disfrutar una o dos horas de la paz a la que tenía derecho, antes de la
cena a la que tenía derecho.
La puerta se había
cerrado, y sé que hasta que volviera, conservaría la impresión de que él no
estaba en la pieza de al lado que yo conocía, sino que él estaba muy lejos,
inalcanzable, había salido tanto del espacio como del departamento y no había
razón para que yo lo vuelva a ver, al menos esa noche.
Ahora bien, una media
hora después salió, y era evidente que quería llegar a la puerta por la que una
rato antes había entrado, pasando nuevamente solo, como una procesión lenta,
como el Santo Sacramento en una ciudad española donde arrodillado uno lo
hubiera esperado un día entero bajo el sol y las rosas, retirándose como en el
famoso cuadro de la excomunión del rey Robert, por la puerta del fondo, todos
los cirios apagados, el clero solemne e indiferente.
Estábamos sentados a la
mesa, y cuando estaba llegando a la puerta, se arrepintió, y, - ya sea porque
su yerno lo había llamado a su paso, ávido de un comentario más rápido de su
artículo, ya sea porque tal vez él había fingido que quería salir y su
verdadero deseo era el de sentarse frente a nosotros, entre nosotros, incitado
a hacerlo frente a mí, -el extraño-lo que quizás en familia hubiera renunciado
a hacer o incluso evitado-, vino a sentarse a nuestra mesa, pero a título
provisorio, manifestando que la silla era solo el soporte pasajero de una
palabra.
Estuvo así sentado a la
mesa entre nosotros, pero al sesgo, como la verdad en nosotros encerrada en el
marco rígido de la cena y en el marco rígido -moral- de la joven y bulliciosa
revolución, le sería necesario hacer percibir al sesgo, ya que ella iba a deformar
singularmente la perspectiva en la que nosotros retozábamos. Cuando él hubiera
salido, nuestras miradas arrancadas al cuadrado familiar girarían hacia la
puerta, y solo nos quedaría considerar como después Emaús, clara en nuestra
noche, alrededor de nuestra tierra errante, su luz venida de otro lado.
Comenzó de este modo a
hablarle a su yerno y sin mirarme, salvo al final y de reojo en el momento en
que me sonreiría:
"Esas pocas líneas
que le envié el otro día -haya o no puesto punto aparte bastante claramente en
el momento en el que cambiando de idea, debía detener el parágrafo, no sé-,
esas líneas debían decirle lo que no le voy a volver a decir aquí, y que siguen
teniendo valor aún leído su artículo.
Sé, por verlo alrededor
mío y por leer los diarios, un poco lo que del lado norte de París son capaces
de hacer las pandillas armadas, me doy muy bien cuenta que los asesinos-no son
otra cosa- están empleados por C y consortes. Pero, entienda usted, usted no va
a estar nunca a la cabeza de una banda de asesinos" (esto preparaba la
conclusión del discurso en el que él diría cuán débil era su yerno frente al
orden del mundo).
Su yerno en ese momento
se echó hacia atrás, movimiento que significaba no tanto que él tendría un día
que estar también a la cabeza de una banda, -que no diríamos de asesinos, mejor
auténticos justicieros-, sino más bien que al revolucionario, nada de lo que es
inhumano debería ser extraño. "Freud" continuó:
Es evidente para todos,
nada es más evidente, que la masa que alega su artículo, juega allí el papel
del amo, del significante amo. ¿Qué cree usted que allí se renueva sino aquello
que fue siempre, y bajo otros nombres antaño? (él quería decir la república, el
Rey). En su nombre, que conserva invariante el antiguo lugar en el que se
sostiene el discurso perpetuo, usted sostiene el discurso hoy llamado de la
masa. En su nombre usted perpetúa el discurso perpetuo, esto es evidente para
todos.
Desde otra perspectiva
en apariencia ¿qué rebelión usted hace valer? Usted y los que lo acompañan o
que lo siguen, ¿cómo son ustedes percibidos por aquello que, ni pueblo, ni
masa, recibe con todo derecho el nombre de "popular"? Lo popular los
percibe como rebeldes y como no entiende de rebelión, toma la suya como
burguesa, como una rebelión de privilegiados. Porque ¿qué hace usted, qué es lo
que incluso puede hacer, sino aparte de lo popular, y en la elección de las
rebeliones de los privilegiados, expresar una de ellas, por la vía más clásica,
y sin embargo burguesa y privilegiada-solitaria? Yo tengo otra manera de
atravesar mi rebelión, también de privilegiado, tengo otra vía, y hay para
usted,- debería quererla-otra vía de atravesar su rebelión de privilegiado: la
mía por ejemplo.
Lamento únicamente que
tan pocas personas que me interesan se interesen en lo que me interesa."
No había hablado de su
rebelión, -de la que no hablaba jamás no más que de aquello de lo que no
hablaba jamás-, sino porque su yerno A*, por una palabra o un gesto, le había
preguntado qué salida- que no fuera callarla o apagarla- se abría para la
rebelión de privilegiado, fuera de la vía clásica. Su yerno A* había debido
alegar que el privilegio desaparecía cuando la rebelión alcanzaba en su derecho
la revolución y entonces ambas confundidas hacían tambalear el poder del
Estado. El privilegio quedaba así abolido. La percepción de lo popular no
relevaba más la diferencia extraña del alma bella. Es por lo que "la mía
por ejemplo" introducía a ese hombre noble y sentimental en sus propias
palabras, y contándose en la lista de los privilegiados para lograr que se
identifique su rebelión, normalmente silenciada, como esencial y marginal a la
vez, excepcional y por eso mismo verdaderamente real, verdaderamente real y
verdaderamente imposible, él respondió así a aquél que reconducía idealmente
sus fuerzas a las del pueblo.
Luego, "lamento que
tan pocas personas que me interesan….", marcaba una pausa, permitía una
distensión en el discurso tenso, enteramente construido, con, como diría
Aristóteles, un comienzo, un medio y un final, como nos lo mostraban las
últimas palabras, y aunque, a cada momento nosotros hayamos tenido la impresión
-es apenas cierto- de hablar a tontas y a locas.
"¿Qué ve lo popular
en sus chanchullos? Es que el fondo usted quiere una policía púdica. Inglaterra,
desde hace algunos siglos, ha resuelto muy bien la cosa. Su policía ha hecho el
trabajo sin atropello, y el ciudadano puede considerarse contento de nunca
escuchar hablar de ella. Usted lo que quiere en el fondo es una policía sin
atropello. Usted y los suyos le reprochan a la policía haber salido de aquello
en lo que está habitualmente acantonada, y haber mostrado la punta de su
esencia."
Retoma: "Yo vi, en
el momento de la Liberación, vi y no lo olvidaré nunca el momento en que los
guiñoles de entonces se hacían pasar por los grandes reconciliados- y yo te
perdono y te dejo pasar eso- y no les impedía dispararse a los pies, a
todos,-vi a la policía que venía de hacer el trabajo de los Alemanes, sostener
con su orfeón las nuevas reuniones eufóricas y Claude Bourdel y x y todos los
demás, pavonearse adelante, y detrás de ellos el orfeón de la policía soplando
las tubas, detrás de ellos precisamente dándoselas por el culo."
Retomaba de este modo la
idea justa y verdadera que había ya enseñado: cuando el nuevo dictador accede
al Estado, sea en el nombre del pueblo o en contra, sus primeras palabras al
pueblo son siempre: "Y no crean ahora que se van a divertir: Ahora el
esfuerzo comienza. Ahora es el reino de lo serio."
Retomó: "Hegel no
fue muy lejos para decir que la policía es la esencia del Estado. Ni más ni
menos que eso y eso desde siempre y necesariamente."
Muchas veces se trata de
la URSS y de China. Su yerno A* le decía tanto la URSS como China, pero estaba
dicho que su yerno A esa noche, no tenía la palabra. No hacía falta que hubiera
intervenido. Mucho menos cuanto que el Doctor habría caído en las trampas de su
argumentación por haberlo dejado mucho tiempo, un minuto, hablar, porque lo que
importaba era que no figuraran más que como florituras de su propio discurso,
en rigor, como puntos de apoyo en los que acotar sus meandros, las
intervenciones del otro, y que fueran conservadas con la solemnidad de su
amonestación, toda su receta improvisada y su retórica rigurosa y abandonada.
Y además, nadie en esa
época podía indicar al mismo tiempo la URSS y China sin, cuando evocaba la
URSS, de 1905 o 1917, excluir totalmente a China y cuando evocaba a China,
deber traer inmediatamente que su contemporánea URSS atenuaba, anulaba los
efectos del glorioso 1905 y del glorioso 1917. Entonces nadie podía con un solo
punto de apoyo plantear los dos términos a la vez, y este saltito que un
análisis más largo o simplemente uno o dos argumentos de más hayan
probablemente asentado para el gran optimismo de la lógica y de la historia,
daba razón por su inevitable sinceridad al Doctor "Freud": de este
modo se experimentaba en el discurso la imposibilidad de decir al mismo tiempo
URSS y China sin reír, así el ejemplo de 1905-1917 inauguraba inmediatamente una
historia por lo que a la que se había vuelto digna le seguía inmediatamente en
otro lado la que se había vuelto indigna, mientras que la indignidad de la
primera echaba inmediatamente una sospecha sobre el porvenir de la segunda; de
este modo la policía retomaba siempre sus derechos para reemprender sus
fechorías milenarias, y la ligera movida que se inauguraba a veces en el ciclo
eterno de la reacción solo le daría ilusión a quien fuera su contemporáneo y lo
creyera irreversible.
-" Yo sé que hay
tanta distancia entre China y la URSS como entre 1905 y lo que Marx imaginaba
que sería una revolución y eso confirma las movidas posibles, a veces, de la
historia, pero la proporción que elegí muestra que las movidas se repiten más
bien que una sola movida irreversible. Créame. El ciclo solo es irreversible y
la historia es lo que recomienza siempre absolutamente idéntica. Créame que lo
sé, y no solamente que lo tengo del ejemplo de la Liberación, que no hubiera
alcanzado a un solo hombre. Y crea por eso que usted tiene otra cosa que hacer
que responder a un gacetillero político (disminuía de este modo
voluntariamente, injustamente, la importancia de la respuesta, y reducía
injustamente toda voluntad de su yerno a no haber hecho más que responderle a
un gacetillero político). Haga algo diferente a dar respuestas inmediatas. ¿No
es acaso cierto que yo hago cosas que dan resultados diez años después?
Comprenda entonces que después de esto yo no firmo ese texto como todos
aquellos que acaban de firmar. Es inútil decirle que los respeto, pero
justamente, los respeto, es todo."
Abordó entonces otro
punto esencial: habló del dinero. "1917, China, dijo, y, sin embargo nada
más en todo esto que el significante amo absoluto, el dinero, el significante
amo aquí como allá, el capitalismo universal, en Pekín mismo, nada cuenta sino
el reconocimiento de esta marca." Pero cuando dice Pekín, lo dice
rápidamente, dudando que se supiera lo que pasaba allí, y sabiendo que no
podría pasar nada diferente que en otro lado y siempre.
Un sub-apartado estuvo
dedicado a Stalin a título de ejemplo: El Doctor se había levantado en ese
momento, ya que iba a alcanzar su peroración del final, pero no aún. La
retórica había sido sin duda lograda, pero no hubiera conservado su carácter
improvisado si él se hubiera levantado en el preciso momento de concluir.
Efecto muy simple y muy calculado; en esta circunstancia familiar, pero frente
a un extraño, solemne pero contingente, él prefirió este efecto de desfasaje y
de sesgo.
Stalin, exclamó, era un
bandolero. Era un bandolero. Era un canalla y era además un cobarde innato,
pero fíjense que Luis XIV no valía mucho más. Lo vi en la entrevista de Joukov,
que apareció hace poco en Le Monde, acerca de la actitud de Stalin en el
teléfono en ocasión de la declaración de la guerra (de Alemania a la URSS
después del pacto germano-soviético). Y su vacilación para responder, su
incertidumbre sobre lo que debía haber ser hecho no en la hora misma, ni en el
minuto mismo, ni en el segundo mismo, sino en su pensamiento inmediato, mostró
que era profundamente cobarde".
"Y si yo no tenía
que hacer lo que yo debía hacer"- es así que reestablezco lo que quería
decir probablemente el Doctor, pero él solo dice cobarde innato, y es así como
concluye eso a partir de ese texto de Joukov, yo había leído el texto.
El volvió sobre la
historia ya que estaba llegando al fin de su desarrollo y la peroración vendría
luego, corta y sublime: volvió sobre la URSS y China.
"Probablemente de
tanto en tanto- un Lenin en 1905-1917 y China quizás también hoy, pero la
China, usted lo va a reconocer, tiene a pesar de todo otro pasado
-hay un agujero en el
eterno recomienzo, y es divertido aprovechar ese agujero y en el juego de la
máquina, inventar lo nuevo, no se lo impediré si eso le divierte. Pero de todas
maneras usted va a fracasar…"
-"Lo que noto hasta
ahora que he obtenido, dice su yerno A*, no es el fracaso, sino el éxito…"
-"…usted fracasará
porque la historia desde siempre gira en redondo. Es la estructura".
Había alcanzado la
conclusión, no hacía falta más que uno o dos acordes de resolución. Su yerno A˟
le proveyó la melodía.
-"¿Por qué yo
fracasaré: porque soy una sola persona? ¿O bien porque soy yo?"
En ese momento dudó un
instante en responder, no porque no conociera la respuesta – le bastó
reflexionar un instante para conocerla-sino porque dudaba en decirla, y porque
en un sentido ella era inesperada:
-"Las dos,
respondió. Y agregó: "Usted es flaco, se lo he escrito, y así terminé
escribiéndoselo, y ¿por qué no terminar con esto, diciéndoselo, dígaselo a
usted mismo que es flaco? Más flaco que yo y yo lo soy ya bastante."
Volvió a la carta que
había escrito. No quería hacer nada más que reescribirla y su preocupación por
la construcción, por el pasaje al punto y aparte, por la unidad de los
apartados testimoniaban que ese discurso y esa carta llevándolos a su
estructura, no eran sino una sola cosa, o más bien que no había sido nunca nada
más que una carta.
Y luego, él se fue, se
fue, llegó hasta la puerta y se fue, no rápidamente, ni lentamente, ni
bruscamente, ni solemnemente, sino inexistente, ensimismado, ensimismado en su
dolor, quizás, o quizás ensimismado en su cena, ensimismado en su fatiga,
ensimismado en su verdad. Había hablado, no era más que el cuerpo que había un
instante soportado, producido, soplado esta palabra y ahora era necesario
borrarse sin modestia, desaparecer sin sorpresa, salir sin salida. Nos dijo
adiós, o no nos lo dijo, no sé, "estaba con su cuerpo o sin su
cuerpo", no sé, habiendo dicho la verdad, lo sé.
Era sin embargo la época
en la que América iba a reconocer a China, y dónde el tiempo era el de la
revolución.
Escrito uno o dos días
después de esa noche.
Traducción: Graciela
Esperanza, junio 2017.
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