Diversión, por Jacques-Alain Miller
La primera impresión del texto es de 1766, en El filósofo ignorante, publicada en Ginebra en lo de los Cramer.
En los comienzos de la fundación de los Quince-Veinte se sabía que ellos eran todos iguales y que sus asuntos se decidían por la pluralidad de voces. Distinguían perfectamente al tacto la moneda de cobre de la de plata; nunca para alguno de ellos un vino de Brie pasó por uno de Bourgogne. Su olfato era más fino que el de sus vecinos que tenían dos ojos. Razonaban perfectamente a partir de los cuatro sentidos, es decir, conocían todo aquello que les estaba permitido saber; vivían apacibles y afortunados tanto como los Quince-Veinte podían serlo. Desgraciadamente uno de sus profesores pretendió tener claras nociones sobre el sentido de la vista; se hizo escuchar, intrigó, formó entusiastas; finalmente se lo reconoció como jefe de la comunidad. Empezó a juzgar soberanamente acerca de los colores, y todo se perdió.
Ese primer dictador de los Quince-Veinte armó un pequeño Consejo, con el cual se volvió el amo de todas las limosnas. Gracias a este medio, nadie se atrevió a resistirlo. Decidió que todas las vestimentas de los Quince-Veinte eran blancas; los ciegos le creyeron; sólo hablaban de sus bellas vestimentas blancas, aunque no hubiera una sola de ese color. Todo el mundo se burló de ellos; acudieron a quejarse al dictador, que los recibió muy mal; los trató de innovadores, de espíritu fuerte, de rebeldes, que se dejaban seducir por las opiniones erróneas de los que tenían ojos y que osaban dudar de la infalibilidad de su amo. Esta disputa dio origen a dos partidos. Para aplacarlos, el dictador sacó un decreto por el cual todas sus vestimentas eran rojas. No había un solo traje rojo en Quince-Veinte. Se burlaron de ellos más que nunca. Nuevas quejas de parte de la comunidad. El dictador se enfureció, los demás ciegos también; disputaron mucho tiempo y la concordia sólo se restableció cuando a todos los ciegos se les permitió suspender su juicio sobre el color de sus ropas.
Un sordo al leer esta pequeña historia confesó que los ciegos se equivocaron al opinar sobre colores; pero se mantuvo firme en la opinión de que sólo a los sordos les corresponde opinar de música.
Voltaire
Traducción: Graciela Esperanza, a partir de la versión publicada en la movida Zadig n°1.
De lo escrito en francés, no hay nada que prefiera más que esta "pequeña historia". Sería sabio no decir nada acerca de ella. ¿No es acaso tan límpida que corta el aliento? Es la medusa del Witz. Nos liberamos de ella mediante la risa.
Joseph de Maistre más verdadero que Voltaire… (probablemente fue volteriano, como todo el mundo antes de 1789). Sólo que, he ahí, la Restauración no funciona.
Chateaubriand ya sabe que eso se terminó para siempre, que la ideología científica derrotó a la tradición. La Revolución, en efecto, es el discurso de la ciencia en marcha, (su efecto catastrófico sobre los Franceses).
Voltaire es su San Juan el Bautista. ¿Acaso no había hecho de Newton su nuevo Evangelio? Cartas filosóficas o Cartas inglesas. A Breve Digresión, Gran Revolución.
Qué lamentable -dice en síntesis- que la unidad alemana se haya hecho bajo los Hohenzollern, esos toscos, groseros, advenedizos, y no en torno a los Habsburgos, que eran gentilhombres en quienes aún vivía el sentido de la res pública y de la soberanía impersonal. Con el universalismo abstracto llegó el nacionalismo y el reino fatal de los héroes. Napoleón, genuit Bismarck, que genuit Guillermo II, "falso monarca, per il quale l'escercizio del potere non é una funzione e un sistema di ruoli bensi un cimento romántico, eroico, spettacolare-, individuale" y llega Hitler. Itsvan Bibo, que se inspiró en Guillermo Ferrero sueña en 1942 con una monarquía volteriana, sueña con un rey filósofo. Paciencia, hoy es la era de "No hay nadie" (Cf, El Otro no existe y sus comités de ética).
A excepción de los Ingleses, -que tienen con lo real una relación robusta y sana (salvo Carlyle…) que Lacan celebraba en la posguerra-, los pueblos se cuentan historias.
La tristeza de los liberales franceses debe ser colocada en el estante de los grandes afectos políticos al lado de las nostalgias legitimistas. Los Ingleses no creen en las "ideas" (los Escoceses, mucho menos, y los Americanos, en absoluto). Por esto mismo dan el tono en la IPA. Guardan sus creencias en privado, como un pequeño delirio que no le hace mal a nadie, y del que no se hace alarde. Si este realismo salubre entusiasmó a Voltaire, es porque él era francés. Inmediatamente construyó un sistema radical como pocos burlándose de todo, haciéndose el vivo. Es lo que no hacen los Ingleses justamente: una vez que las "ideas" se volvieron costumbres y entraron en el orden de las cosas, ellos las respetan como cosas que existen.
En cuanto al sublime "no" de 1940, deja en el lugar los cálculos menudos. La Anglomanía no es la "anglitud".
La dialéctica tiene esas ironías. Pascal lo llama "la nariz de Cleopatra" (es de Voltaire). La dialéctica siempre es irónica, y en Hegel en primer lugar, como lo ilustró Queneau. El domingo de la vida quiere decir que ya no hay más retóricos para engañarlos: fin de los poderes de la palabra, fin de la historia, fin de "la breve digresión", (la pre –historia) podemos empezar a dormir. El sueño lógico-positivista y liberal: cada palabra en su lugar, todos consumidores, deshuesados como Valentín.
¿Por qué esta repetición? ¿Por qué volverse "entusiastas", en lugar de mantenerse "apacibles y afortunados"? La ceguera del cuento, es la castración. Siempre tenemos un sentido en menos. Es lo que "no hay relación sexual" quiere decir.
Afortunadamente, para el psicoanálisis, eso arrancó mal.
Erasmo, Montaigne, Voltaire. Descartes no tiene su lugar en la serie, porque él "cree en lo real" (pero también conoce la potencia de los semblantes sociales y dice: no tocarlos). El psicoanálisis es cartesiano, no volteriano. El Cogito vale para el ciego, nada le prohíbe las matemáticas, tampoco el diván.
Divertimento de este domingo 17 de agosto de 1997, en París.
Este texto fue publicado en el N° 49 de la revista Ornicar? Boletín del Campo Freudiano.
Una versión comentada de este mismo texto por Jacques Alain Miller se encuentra en su la última lección de su curso El partenaire-síntoma, pág. 469-89.
Traducción revisada por Graciela Esperanza
Ahora que leo el texto, no comprendo por qué breve digresión figura en una antología de relatos sobre música y músico... salvo el irónico final, la música queda bien lejos de esta prosa. por cierto, excelente, todo lo demás.
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